jueves, 25 de julio de 2013

No hay titulo, ni palabras

   Estoy aquí sentada acabando con una tarina de helado, soy hija de mi generación y he crecido con las películas americanas romanticonas que nos decían que el helado es bueno para las depresiones, y pensando exactamente que poner y como ponerlo. Es difícil decidir como expresar el silencio de la conmoción. El día de hoy debería ser un día grande para Santiago de Compostela, un día que el resto de Galicia comparte. Y aquí estamos todos intentando despertarnos o salir de está neblina que amenaza con no dejarnos ver. Y solo cuando miramos nuestras mangas empapadas después de frotarnos los ojos nos damos cuenta de que no se trata de una espesa bruma sino de las lágrimas de todos los gallegos la que hace que nuestros reflejos sean lentos y con ellos nosotros torpes.
  Que yo sepa no conozco personalmente a ningún pasajero de ese tren. Pero eso no importa para sentir que mi amigo, vecino o familiar, para sentir que parte de lo que eramos se ha ido. Supongo que me estoy poniendo muy intensa pero creo que aquello que algunos llamaran inocencia, en este caso inocencia colectiva, se pierde con este tipo de catástrofes. Siempre pensamos que estas cosas pasan en la ...India o cualquier país en vías de desarrollo y despertamos un día sintiéndonos vulnerables, ya no es "esto aquí no pasa"
   Quizás me estoy dejando llevar por la melancolía, y quizás yo que no he perdido a nadie no tenga ningún derecho a sentirme de luto. Sin embargo lo siento, siento que a partir de hoy haya un aniversario más que nadie querría tener y que todos debemos recordar. 
   Me gustaría acabar diciendo que espero que todo no fuese un error humano, por que yo no querría estar en el pellejo de ese hombre y en la culpa que arrastrará el resto de su vida. Y que por respeto dejemos que sean otros los que juzguen. 

lunes, 15 de julio de 2013

Adiós Concha García Campoy

 Hola supongo que no hace falta que explique que he estado de vacaciones ocupadas, en cierto modo aun estoy. Sin embargo, hay una noticia que me sacudió al leerla y oírla, no tiene nada que ver con la política, la crisis o cualquier otra noticia que hace que nos preguntemos si se nos toma el pelo porque somos tontos o porque nos lo hacemos.
  Me refiero a que el pasado miércoles 10 de julio murió Concha García Campoy, con 54 años. Voy a ser sincera y admitir que no seguía especialmente a Concha, no escucho mucho la radio se que su gran trayectoria se desarrolló en este medio, y tampoco la seguí mucho en su etapa televisiva, aunque la tele si que la enciendo... Pero a pesar de no ser una fan he de reconocer que es cierto que escucharla calmaba, era ese tipo de personas que transmitía serenidad, paciencia y que parecía estar siempre dispuesta a escuchar y hasta podría decir que lo haría sin opinar, con imparcialidad, supongo que derivado de un ejercicio periodístico impecable.
  No obstante esta sensación de que solo los buenos se van y lo hacen sin hacer excesivo ruido como en toda su carrera, no es lo que me ha motivado a escribir. Lo que he expresado hasta ahora era solo una sensación, más o menos acertada, de un personaje público que solo muestra su faceta profesional, porque eso si que se destilaba en su buen hacer; profesionalidad, lo que me ha motivado a escribir y dedicarle mi pequeña reflexión fue la carta que su hijo leyó en su funeral. Todos sus compañeros habían hablado de la excepcional periodista Concha pero su hijo nos mostró a la Concha madre y persona, a la que enseñaba valores no solo hablaba de ellos.
   Homenajeó a Concha con esa carta del mejor modo que un hijo puede hacerlo, dándole las gracias.