Hola supongo que no hace falta que explique que he estado de vacaciones ocupadas, en cierto modo aun estoy. Sin embargo, hay una noticia que me sacudió al leerla y oírla, no tiene nada que ver con la política, la crisis o cualquier otra noticia que hace que nos preguntemos si se nos toma el pelo porque somos tontos o porque nos lo hacemos.
Me refiero a que el pasado miércoles 10 de julio murió Concha García Campoy, con 54 años. Voy a ser sincera y admitir que no seguía especialmente a Concha, no escucho mucho la radio se que su gran trayectoria se desarrolló en este medio, y tampoco la seguí mucho en su etapa televisiva, aunque la tele si que la enciendo... Pero a pesar de no ser una fan he de reconocer que es cierto que escucharla calmaba, era ese tipo de personas que transmitía serenidad, paciencia y que parecía estar siempre dispuesta a escuchar y hasta podría decir que lo haría sin opinar, con imparcialidad, supongo que derivado de un ejercicio periodístico impecable.
No obstante esta sensación de que solo los buenos se van y lo hacen sin hacer excesivo ruido como en toda su carrera, no es lo que me ha motivado a escribir. Lo que he expresado hasta ahora era solo una sensación, más o menos acertada, de un personaje público que solo muestra su faceta profesional, porque eso si que se destilaba en su buen hacer; profesionalidad, lo que me ha motivado a escribir y dedicarle mi pequeña reflexión fue la carta que su hijo leyó en su funeral. Todos sus compañeros habían hablado de la excepcional periodista Concha pero su hijo nos mostró a la Concha madre y persona, a la que enseñaba valores no solo hablaba de ellos.
Homenajeó a Concha con esa carta del mejor modo que un hijo puede hacerlo, dándole las gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario