lunes, 24 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad

       Como es Nochebuena he decidido publicar una entrada para la ocasión. 
       ¡Feliz Navidad!

Cuento de navidad:
Era que se te era un príncipe y una princesa, eran nobles y hermosos. El príncipe rescataba princesas indefensas, este mes llevaba tres lejos de su promedio de siete pero suficiente dado el gélido invierno que este año era devastador, mientras la princesa hilaba en su rueda a media jornada ya que este año, no solo era muy frio, sino que también las ovejas no producían suficiente lana. A pesar de las dificultades eran felices porque se querían y eran jóvenes. Así que llegó la Navidad cargada de ilusión y esperanza.
Este mes no había sido del todo malo, pero no obstante, debían elegir; o pagar la hipoteca del castillo o comer pavo en Navidad. Se oyó una risa pérfida que resonó por todo el castillo, la madrastra había llegado para pasar con ellos las fiestas, suspiraron la princesa miró a los ojos al príncipe y vio como se le llenaban de lágrimas.
-Eso os pasa por vivir por encima de vuestras posibilidades-les dijo la madrastra- claro queríais un castillo para que vuestros descendientes vivieran como infantes y ahora que la cosecha es mala os tiráis de los cabellos. ¡Ay! Si no hubieseis gastado las harcas del reino en hacer felices a vuestros súbditos, en colmarlos con atenciones innecesarias y ahora necesitáis mi compasión.
-No es nuestra culpa- contestó el príncipe cansado- el dragón al que los aldeanos llaman crisis ha arrasado con los campos de cultivo. Y eso hay que añadirle el gasto por la gran boda y el descorazonador invierno.
-Además el gran mago nos prometió, querida madrastra, que no tendríamos problemas porque él siempre estaría ahí para ayudarnos a sufragar los gastos. Nos dijo que el castillo no solo era bueno para nuestro futuro sino que era una inversión y ahora no hace más que pedir grano y el feudo de las granjas y pastos de nuestro pueblo- alegó la princesa.
-Cierto querida, pero eso son vuestros problemas, las cosas han cambiado, y yo no lo podía prever, así que me llevo el trono que está casi sin usar y le pediré a vuestro padre, príncipe, su corona si no mejora la situación.
La madrastra se paseó por la estancia tomando nota de las medidas e imaginando como quedaría su espejo en ella.
La noche de nochebuena los príncipes se sentaron en una pequeña mesa hecha con cartón, él la miró a los ojos y le dijo:
-Te regalo mi amor que es lo único en este mundo que no podrán quitarme.
-Mi amor siempre fue tuyo, yo te regalo mi lealtad porque confío que matarás a ese dragón antes de que destruya a nuestro pueblo. Pero querido recuerda lo que te dijo tu padre, no inflijas tú más dolor a nuestros súbditos en tu búsqueda de una solución. Eres un príncipe no puedes velar solo por los que se sientan a tu mesa.
El príncipe apretó los dientes y miró de soslayo a la princesa.

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