jueves, 25 de abril de 2013

Día del libro

  Se que es tarde, dos días pero he estado enferma, o algo. Así que os dejo mi pequeño y respetuoso homenaje:
  
  Era tarde cuando sonó el teléfono. Arrastró sus zapatillas rosas y peludas hasta la entrada del viejo piso heredado de su abuela. Descolgó y en un susurro dijo "diga", aunque lo que deseaba era maldecir al interlocutor. Una voz gangosa contestó airadamente.
-¿Quién es?
  Eso era el colmo. Como que ¿quién es?. Sintió como la furia la hacía despertarse y tornaba el color de su piel a un casi fluorescente rojo. Pero antes de que pudiera contestar en un grito, su cerebro fue más rápido y ordeno a su brazo bajarse. Colgó el teléfono sin reparar en ello dejando las palabras de indignación amontonándose en la punta de la lengua.
   Respiró hondo y comenzó el camino de regreso a su cama, aunque le pareció apropiado parar un momento en la cocina para tomar un vaso de leche caliente. Estaba acabándolo cuando de nuevo sonó el teléfono, el reloj de la cocina le indicaba que solo había pasado unos diez minutos. Corrió furibunda por el pasillo, casi se cae al tropezar con el perchero de pie, atestado de cosas que hacía meses que no se ponía, "¿te has enterado de que ha llegado el verano y estamos a treinta grados a la sombra?", se recriminó a sí misma. Llegó a la entrada de su casa sin aliento, antes incluso de ponerse el auricular en la oreja ya le estaba gritando a la persona del otro lado, tuvo que parar para coger aire, no se oía nada desde el otro lado de la línea y se preguntó si seguiría ahí. Pero antes de expresar sus dudas verbalmente una carcajada la sorprendió. De igual manera que antes su cerebro reaccionó antes que su boca y de nuevo colgó sin poder descargar su ira contra el interlocutor. 
   Esta vez permaneció ante el  teléfono mirándolo hipnóticamente, sonó, esperó y paró. Suspiró hondo y se volvió a la cama.
     A las diez de la mañana volvió a sonar y ella tampoco lo cogió. A las tres volvió a sonar y ella tampoco lo cogió. A las nueve volvió a sonar y ella tampoco lo cogió. De madrugada el teléfono la despertó, instintivamente se levantó. Arrastró sus zapatillas rosas y peludas hasta la entrada del viejo piso heredado de su abuela. Descolgó y en un susurro dijo "diga", aunque lo que deseaba era maldecir al interlocutor. Una voz ronca y dulce contestó.
  -Me llamó Rubén y solo quería disculparme.
   Rubén colgó. Se quedo atónita mirando al auricular como si fuera él el que acabara de disculparse. Tardó unos segundos en colgar, y todavía perpleja emprendió el camino de regreso a su cama. Cuando ya alcanzaba la puerta de su habitación, sonó de nuevo el teléfono. Se paró en seco intentando decidir que hacer, pero su cerebro mandó a sus pies avanzar cuando todavía no tenía claro si iba a contestar, su mano obedeciendo órdenes se posó sobre el teléfono. Descolgó, pero no dijo nada, él tampoco. 
   Al final se dio por vencida.
-Me llamo Claudia, y ya sabes mi número de teléfono.
   
   

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