sábado, 12 de enero de 2013

Soy mayor de edad


Hubo un tiempo en que nos preguntábamos si el hecho de que los nuevos consortes de la siguiente generación del rey estarían a la altura de la aristocracia, o si por el contrario nos pondrían en evidencia. Bueno llegado a este punto seguro que nadie ya lo duda. No veo grandes diferencias, Urdangarin es un ejemplo vivo de que llegar de la nada y hacerse a sí mismo no significa que no puedas adaptarte a tu entorno y comiences a creerte un ser no solo privilegiado (que sin duda es cierto) sino además por encima del resto de los mortales. Así que como buena persona, que no dudo que sea, se aprovechó de ello. Y ahora nos entretienen con amenazas veladas de su socio para hacer presión a la institución que es la monarquía, y que las influencias del duque apelen por ambas almas corrompidas, supongo. No veo mucha tele realidad últimamente, pero lo último que escuche fue defender y atacar a la reina por darles al matrimonio Urdangarin su apoyo velado dejándose fotografiar con ellos de forma distendida. Y yo me preguntó por qué. ¿Qué me importa a mí los asuntos que no dejan de ser familiares? Y, sí, estoy de acuerdo que deben representar, los reyes, a todos los españoles y que cuando nos estafan, porque nos han estafado a todos al apropiarse de dinero público, ellos que son nuestros representantes deberían torcer cuanto menos el gesto en público y en privado en nuestra defensa por muy hija que sea. Pero, ¿realmente nos sorprende que haya un apoyo encubierto de cierto sector familiar y público? Al fin y al cabo hemos vivido como en pre-campaña electoral se apoyaba y se dejaba presentar a las elecciones a gente imputada como el señor Camps, o como el señor Fabra campa a sus anchas en la comunidad valenciana como si fuera el patio de su casa, y aun así los votamos y siguen saliendo elegidos. También hemos asistido a las peleas de niños del gobierno de Madrid, llegando estas peleas a la altura de thrillers con espías y conspiraciones, que siempre acaban en desmentidos y en alguna petición de dimisión donde pocos son los que dimiten y nunca los que deberían dimitir.
Como gallega que soy no olvido el caciquismo que se vive desde que tengo memoria en Galicia, donde cuando alcancé la mayoría de edad ejercí mi derecho y mi deber al voto y después me lleve el shock de la decepción, y no porque a los que yo había votado perdieran, que era algo que había asumido. Sino por el hecho de darme cuenta que mi voto no valía frente a los autobuses que ponían a disposición de aquellas personas, mayores casi todas, que vivían en aldeas remotas para que fueran a votar. Y me parecería genial que les facilitaran el voto, sino fuera porque el sobre ya se lo entregaban cerrado y con la papeleta dentro. O el censo de extranjeros en el que aparecían nombres de personas ya difuntas y que aun así votaban por el partido de siempre. Así mi sueño por alcanzar la mayoría de edad y poder votar (y ya han pasado unos años desde entonces) se difuminó. Por lo menos me quedó el consuelo de que tenía libre acceso al alcohol.
Y podría estar todo la tarde, con financiaciones ilegales, casos pokemon, listas de amiguitos… Así que si miramos para otro lado cuando somos nosotros los que decidimos, porque damos pataletas cuando otros que han sido puestos a dedo se aprovechan de su puesto.

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