Hubo un tiempo
en que nos preguntábamos si el hecho de que los nuevos consortes de la
siguiente generación del rey estarían a la altura de la aristocracia, o si por
el contrario nos pondrían en evidencia. Bueno llegado a este punto seguro que
nadie ya lo duda. No veo grandes diferencias, Urdangarin es un ejemplo vivo de
que llegar de la nada y hacerse a sí mismo no significa que no puedas adaptarte
a tu entorno y comiences a creerte un ser no solo privilegiado (que sin duda es
cierto) sino además por encima del resto de los mortales. Así que como buena
persona, que no dudo que sea, se aprovechó de ello. Y ahora nos entretienen con
amenazas veladas de su socio para hacer presión a la institución que es la
monarquía, y que las influencias del duque apelen por ambas almas corrompidas,
supongo. No veo mucha tele realidad últimamente, pero lo último que escuche fue
defender y atacar a la reina por darles al matrimonio Urdangarin su apoyo
velado dejándose fotografiar con ellos de forma distendida. Y yo me preguntó
por qué. ¿Qué me importa a mí los asuntos que no dejan de ser familiares? Y,
sí, estoy de acuerdo que deben representar, los reyes, a todos los españoles y
que cuando nos estafan, porque nos han estafado a todos al apropiarse de dinero
público, ellos que son nuestros representantes deberían torcer cuanto menos el
gesto en público y en privado en nuestra defensa por muy hija que sea. Pero, ¿realmente
nos sorprende que haya un apoyo encubierto de cierto sector familiar y público?
Al fin y al cabo hemos vivido como en pre-campaña electoral se apoyaba y se
dejaba presentar a las elecciones a gente imputada como el señor Camps, o como
el señor Fabra campa a sus anchas en la comunidad valenciana como si fuera el
patio de su casa, y aun así los votamos y siguen saliendo elegidos. También
hemos asistido a las peleas de niños del gobierno de Madrid, llegando estas
peleas a la altura de thrillers con espías y conspiraciones, que siempre acaban
en desmentidos y en alguna petición de dimisión donde pocos son los que dimiten
y nunca los que deberían dimitir.
Como gallega
que soy no olvido el caciquismo que se vive desde que tengo memoria en Galicia,
donde cuando alcancé la mayoría de edad ejercí mi derecho y mi deber al voto y
después me lleve el shock de la decepción, y no porque a los que yo había
votado perdieran, que era algo que había asumido. Sino por el hecho de darme
cuenta que mi voto no valía frente a los autobuses que ponían a disposición de
aquellas personas, mayores casi todas, que vivían en aldeas remotas para que
fueran a votar. Y me parecería genial que les facilitaran el voto, sino fuera
porque el sobre ya se lo entregaban cerrado y con la papeleta dentro. O el
censo de extranjeros en el que aparecían nombres de personas ya difuntas y que
aun así votaban por el partido de siempre. Así mi sueño por alcanzar la mayoría
de edad y poder votar (y ya han pasado unos años desde entonces) se difuminó.
Por lo menos me quedó el consuelo de que tenía libre acceso al alcohol.
Y podría estar
todo la tarde, con financiaciones ilegales, casos pokemon, listas de amiguitos…
Así que si miramos para otro lado cuando somos nosotros los que decidimos,
porque damos pataletas cuando otros que han sido puestos a dedo se aprovechan
de su puesto.
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